Casta parasitaria • Castaparasitaria: 2009

RAJOY COMPROMETE SU PRIMERA ENTREVISTA COMO PRESIDENTE
CON LA PERIODISTA MAGDALENA DEL AMO:
“ Cuando sea Presidente de Gobierno tendrá usted la primera entrevista como Presidente del Gobierno. ”
(16 de junio de 2005. Véase minuto 16:20 y ss. de la entrevista).

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24 de septiembre de 2009

Las malas lenguas de España

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-Por Roberto Malestar

Por esta bendita y sufrida esquina ibérica, Galicia, “alporizado” (para que se entienda: encrespado, en la lengua de la clásica picaresca), “levado do demo” (en manos del diablo) te anda algún pícaro galaico de godo y charnego apellido: José Luis Gómez. Charnego que lo fue en efecto, durante años, en la misma y sufrida Cataluña de la que tan a menudo se sirve utilitariamente, en una especie de como tauromáquica suerte, para rejonear a los “espanholistas” infieles a la “Galiza” de sus amigos (pese a escribir que «en Galicia, al gallego se le llama portugués, especialmente por parte de quienes han rebautizado Galicia con el espurio lusismo “Galiza”»; apreciación con la que no puedo estar más de acuerdo). La “Galiza” de los “xurxos”, que como mucho, ¡como mucho!, representa al diez por ciento del pueblo gallego.

—Pero oiga, ¿es que el diez por ciento de un pueblo no es importante?

Con la excepción de su íntima demagogia, la pregunta, así planteada, dice muy poco —menos, si cabe, intelectualmente— de quienes la cursen en tales términos: es una interrogación sin sentido; tan sin sentido como una dirección terrestre carente de él. Una interrogación indeterminada, ausente de la más mínima especificación, cuando, en rigor, la especificación constituye el contenido efectivo de toda posición real —incluso de las posiciones imaginarias, que, por su in-sistencia, también son reales, a veces más que las que gozan de pública ex-istencia—, de manera que, ontológicamente, toda posición indeterminada, privada de especificación, constituye un vacío infundamentado sin otro cimiento que el del vacío mismo, en tanto que, en el orden propiamente político, un socavón de lacerantes lanzas para quienes, hundiéndose en él, no se resistan a husmearlo.

¿Qué sentido tiene eso del “diez por ciento de un pueblo”? ¿El diez por ciento para qué: para las virtudes o para las sandeces? Desde el punto de vista de las pasiones y la demagogia, más lo tendría desde luego si, en lugar del diez por ciento, se nos preguntase por el noventa restante. Lo cual, por cierto, no significa que la parte mayor esté más cualificada racionalmente. “A moneditas” quizá se venda la política, al kilo y hasta por toneladas —cuantitativamente—, mas no la razón, cuya cualitativa plaza no es precisamente la de abastos, ni, mucho menos, la de las subastas políticas, sino, en rigurosísimo y stricto sensu, “la del ágora”: el medio propicio para lo que, en plena dictadura de Primo de Rivera, Ortega explanaba como “curiosidad de intelección” y “afán de salvación”; la plazuela, si se quiere, de las verdades incipientes (paradójicamente, Ortega, para poner a caer de un burro al héroe máximo de las plazuelas: Sócrates).
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23 de septiembre de 2009

Homilía funeral sobre el socialismo español

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-Por Roberto Malestar

(Cfr. «Sobre los dos PSOEs y la «Carta ética de la Internacional Socialista» (I)»)

Queridísimos hermanos, camaradas amantísimos, deudos todos del próximo difunto: jornada aciaga donde las haya, hic et nunc, nos encontramos hoy ante el cuerpo insepulto, trémulamente palpitante todavía, del socialismo español.

Qué decir, qué deciros a vosotros: Marías Antonias, Enrics y Margaritas, Pepes Bonos, Pepes Blancos, Peces-Barbas, fraternales Gabilondos, Chaconas y Pajines, camarados y camaradas; Bibianos todos de la high life parasitaria; heteróclita e incongruente carcoma del legado de nuestro santo laico —“ora pro nobis”— don Pablo Iglesias: cristianosocialistas, opusocialistas, republicanomonárquicos siempre del sol que más calienta (con Franco y sin él).

Os agradezco de veras que hayáis pensado en mi alocución al convocarme en tan infausta circunstancia. Mas para qué, ¿para qué me convocáis ahora, en la hora declinante de las postrimerías? ¿Qué deseáis, en rigor, escuchar de mí? ¿Acaso el como eco de vuestras patéticas consignas y reiteradas oquedades verbales? He de deciros, de ser así, que vuestra parroquia ha errado con el oficiante elegido.

Si todo moribundo merece el máximo respeto, no seré yo quien prive del suyo a este socialismo de casi cuerpo presente. Porque es un hecho cierto que el socialismo español, cuya originaria autenticidad ha venido siendo histórica y progresivamente expropiada por un hatajo de estafadores de la vida pública causantes de gravísimos perjuicios patrimoniales a su propio pueblo mediante engaño y con ánimo de lucro, precisamente por ello, se bate hoy consigo mismo, a horcajadas de la vida y la muerte, postrado en la ultimidad de sus estertores. Tal que un sucedáneo del chocolate, un socialismo declinado en “socialdemocracia” —como no podía ser menos cuando, inexorable, la Historia misma le vapuleó las narices con su clase media— y que viviendo, entre otros cuentos, del cuento de un inexistente pasado ético precisa hoy de la bufonada extemporánea de pañuelos rojos e “Internacionales” —cánticos de beata rancia para enmascarar su obsceno, tantas veces endogámico, insultante y ya indisimulable señoritismo.

Hay muertos que mueren de pura ofensa. Y según la doctrina esparcida por Madame Necker en las jornadas precursoras de la Revolución Francesa, las palabras ofenden más que las acciones, el tono más que las palabras y el aire más que el tono, como lúcidamente recordaba el noventayochista Grandmontagne, en su sugestivo ensayo sobre «El cariño y el amor». Pues que precisamente de ello, y al margen de su exacerbado cariño por lo crematístico, de amor —auténtico amor social y por la patria, es decir, por los compatriotas que integran su cuerpo social— es de lo que, agónico, adolece nuestro socialismo; hoy, tan ex-obrero como español a beneficio de inventario: “socialismo” pura, dura y sangrantemente financiero: paradoxa paradoxorum, socialismo capitalista; “socialismo” donde no cabe otro progreso que el de los horteras nuevos ricos. ¡He ahí, amadísimos cofrades, bajo la pública periferia de los capullos, las espinas de la rosa!
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29 de junio de 2009

De las aguas corrompidas (Para "la memoria histórica").

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-Por Roberto Malestar

En el anterior y predemocrático régimen político español, de donde procede el abertzalismo homicida vascongado —ETA con su pringue social—, la libertad de la persona ni era efectiva ni era recíproca. Desde el nacimiento del régimen hasta su extinción, la libertad personal permaneció políticamente cercenada, y sin libertad política no es posible la libertad personal.

Ahora bien, en la hipótesis de una democratización anticipada en dos o tres quinquenios a la denominada Transición, el problema de la libertad política no tendría por qué haber sido la prohibición y exclusión de los partidos pro soviéticos o pro dictatoriales de la hoz, el martillo y los capullos de “La Internacional” (como abiertamente lo fueron el PCE —hasta al harakiri carrillesco de la bandera y el Rey, tan suo modo parejo al de los procuradores en Cortes— y el PSOE, “marxista” en tanto no saboreó, y de qué manera, las mieses del Estado), sino la prohibición y exclusión de todos los partidos; por tanto, también, de los partidos auténticamente democráticos, reacios siempre a cualesquiera regímenes e ideologías de naturaleza dictatorial, comenzando por los comulgantes en la fe de la ecclesia rubra (iglesia roja), cuyos prebostes y oficiantes, fieles a la liturgia moscovita, predicaban extemporáneas homilías sobre bruñidos y desclasados “Paraísos”.

Se trataba de enraizar en España el gregarismo de la Colmena socialista y comunista —tanto monta monta tanto, más allá de los socorridos melindres dialécticos—, a imagen y semejanza de las paradisíacas abejeras de la órbita del “telón de acero”, pletórica de esclavizados enjambres con muchedumbres de obreras cautivas laboreando para la Gran Abeja, reina de los apareamientos urdidos en el pudridero de la Komintern. Regímenes en los que a una casta facinerosa de elegidos, presuntuosamente ateos y camaradas —“coleguillas”, como se diría hoy—, no le resultó difícil, sin embargo, vivir religiosamente, “como Dios”, a costa de sus respectivos pueblos, a los que tanto daño infligieron y tan prolongadas hipotecas sociales y económicas legaron. Repare el lector, si no, en la centrifugación histórica de la ex Yugoslavia, o en la tragedia del pueblo rumano trágicamente condenado a un éxodo de varias generaciones.
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15 de junio de 2009

Astracanada: El País desnuda a Zapatero (II)

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-Por Roberto Malestar

Muy estupefacientemente, en «Berlusconi al desnudo» —sublime editorial del diario amigo que vengo comentando—, mientras nada es lo que parece, todo lo que parece resulta ser, sin embargo, algo. Intentaré, no obstante, hincarle algún diente a tan superferolítica y ontológica cuestión, en cuyo seno de realidad las fotografías no son fotografías, sino “imágenes”, y las imágenes, por más que fotográficamente imaginen excitados “cavalieri”, ¡tampoco son fotográficas!

Ello porque, desde ahora, en la más reciente doctrina de los sabios que editorializan tras las bambalinas de El País, “las imágenes” transgresoras de las intimidades de los primeros ministros ya no desvelan su privacidad, sino sus derivas autoritarias.

El esoterismo del asunto estremece prima facie, y sin embargo, ¡es tan fácil de entender…! Sólo hay que reparar en “la última hora científica” que presta fundamento al ya internacionalmente conocido editorial, como corresponde al "periódico de los intelectuales": estar siempre a la última. Nos referimos a la Teoría del Huevo Único de Franco (con mayúsculas, por si acaso), según la cual el Generalísimo fue monórquido. Más que monárquico, en rigor, juancarlista, como Enrique Sopena. Esto es, ab ovo (partiendo del huevo), monárquico desde los Principios del Movimiento.

Mira tú que novedad: ¡que el Caudillo era monárquico!, cuando sabido es de todos que don Francisco fue tan “monórquido” como su valido, don Juan Carlos, “francó-fono” —por lo menos mientras se dio la sazón: cuando por empleo, jornal y porvenir se dedicaba a jurar principios por las Cortes del harakiri. Pero lo que no sabíamos, he aquí la novedad, es que el Caudillo fuese ciclán, o sea, monocojón, lo cual, por lo visto —por lo que viene a decirse que no se le veía— podría explicar esa su “teima” galaico-gaitesca de hacerlo todo, compensatoriamente, “por cojones”, y no sólo, como hasta el presente presumían los nostálgicos, “por la patria”.
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14 de junio de 2009

Astracanada: El País desnuda a Zapatero (I)

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-Por Roberto Malestar

Bien lo dice el proverbio: que mientras las palabras se las lleva el viento, los escritos permanecen —verba volant, scripta manent. El diario El País ha publicado el que, probablemente, esté llamado a ser uno de sus inolvidables escritos: el editorial «Berlusconi al desnundo».

Vástago mixtíforo, empero, del sensacionalismo, la beatería oportunista y la autopenitencia del cilicio masturbatorio ante lo obsceno, el título induce a error: cualquier lector avezado, después de leer el editorial con una mínima atención, percibirá estremecido cómo el estruendo de la bofetada que con él se pretende dar al primer ministro de Italia resuena, en cambio, sobre la dura cara del primer ministro de España: el de la ceja, el Hechizado.

En realidad, con el fondo hipócritamente puritano de un supuesto carnaval de desvergüenzas, es “Berlusconi” el nombre criptográfico de la máscara de Zapatero; la careta sonriente, si se quiere, tras la cual, muy in modo obliquo, “el diario amigo” muestra al mundanal y globalizado circo la tragicómica y realísima cara de uno de los más perniciosos e insufribles hechizados de la historia de España. Esta España, hoy, fatalmente, víctima propicia de su «deriva autoritaria.»

Sin duda, el editorial fue un rapto de ejemplar puritanismo mormónico. Pero el buque insignia del nuevo Movimiento y el Progreso Moral de las Naciones está hecho de papel impreso con prostibularios anuncios de mancebía y lenocinio; papel subvencionado por la partitocracia autárquica y camandularia, más zorrona que astuta, del Reino de España, donde al mismo tiempo, como hongos, proliferan y florecen incontables Delegaciones Especiales, Secretarías Generales, Subdirecciones y Direcciones, si cabe, aún más Generales para la Defensa de los Derechos de la Mujer. ¿Y si no fuesen tan puritanos?
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3 de junio de 2009

Vuelapluma de un vuelo presidencial (recuerdos de ZP, el Hechizado)

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-Por Roberto Malestar

En una equilibrada tesitura democrática, lo que, por juicioso, mayormente cabría esperar de la sociedad española es que no mostrase ninguna compasión política ante un Presidente del Gobierno que, dándoselas de “socialista” y “obrero”, no manifiesta el más mínimo pudor ni reparo en recurrir a fondos públicos para sus propios viajes privados.

La perplejidad en su día fue saber que el Hechizado, con sus deudos (“Merlín y familia”, en el imaginario de Álvaro Cunqueiro), había cogido un avión del Estado para irse de compras a Londres.

Mas ahora, conocedor de la penuria actual de tantos y tantos españoles, la perplejidad ha sido verdaderamente desbordada por una realísima náusea, al saber que el Hechizado vividor —socialista de sí mismo y obrero pro domo sua— se había apropiado de otro avión del Estado español, sólo que esta vez con el partidista y excluyente fin de ofender y demonizar, cuando menos, a una mitad de los ciudadanos del propio Estado que gobierna.

¡Qué compasión política han de merecernos los déspotas encubiertos del nuevo tiempo!: los dictadores —“democráticamente legitimados”— del caribeño y gorilesco “Aló Presidente” o, en su caso, los autoritarios celtíberos y psoejonsianos adeptos a los Clubs de la Comedia. Ninguna compasión, a mi entender, por varias razones; ajenas todas ellas al tísico argumento de la “seguridad”, o a aquél otro, impresentable paralogismo psoejonsiano, de que “la derecha también lo hace”:

Primero, porque no se puede olvidar el tan otrora cínico como hoy insultante «Gobernaré para todos, pero pensando, antes que nadie, en los que no tienen de todo.»

Era marzo de 2008, cuando el Hechizado ignoraba la crisis, aunque no, si bien sólo de palabra, a “los que no tienen de todo”, los cuales resultaron ser a la postre, no los famélicos de la hambruna socialista —paradoxa paradoxorum, mitigada por las instituciones católicas—, sino “los que ya tenían de todo”: los de la ceja que no ceja, los cristianosociolistas a lo José Bono, los millonariosocialistas a lo Leire Pajín y José Blanco (alias Pepiño el de Villa PSOE), los teddybautistas, etc.

O sea, y en rigor: “gobernaré pensando en los que teniendo de todo, aún no lo tienen todo”. La paráfrasis del mentiroso compulsivo no se hizo esperar, y alguien, con buen tino, acertó a escribir entonces:

«Zapatero ha dicho: "Gobernaré para todos, pero pensando en los que no tienen de todo. A continuación saca al Ministro de Economía, señor Solbes, para saludar a los “artistas millonarios”, y luego, él mismo se abraza con los mismos de siempre, los que lo tienen todo. ¡Pero él estaba “pensando en los que no tienen de todo”! ¿Dónde estaban los que “no tienen de todo”? ¡Seguimos con frases hechas y pocas verdades, a no ser para los que “tienen de todo”! ¡Lo veremos!»
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1 de junio de 2009

Para el repertorio patrio de las estolideces

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-Por Roberto Malestar

Desde la noche de los tiempos, pensamiento y doctrina procaz, duda sistemática y charlatanería, filosofía y sofística están condenadas por el buen Dios a mirarse de reojo con recíproco recelo.

A diferencia del nirvana doctrinario de los Ministerios, cuyos tantas veces antivitales preceptos “em-blemáticamente” propalan sus más conspicuas y endogámicas chinches, la filosofía vive de la duda —pro-blemáticamente, pues— en irrenunciable y permanente crisis intelectual.

Por ello, en su crisol de paradojas, conviene purificar las oquedades lingüísticas de las castas parasitarias del Estado: esas expresiones, por lo general, tan vacías, al mismo tiempo que tan pletóricas de sinsentido para la sociedad que las padece.

Propiamente hablando, tales expresiones (emblemáticas) constituyen emblemas, que, envueltos en retórica de mercachifles, ejercen de anestésicos frente a la tragedia social in crescendo.

Revelan además, esas expresiones, inequívocos y siniestros significados, cuando, a la postre, se las ve y perescruta como lo que verdadera y efectivamente son: flatus vocis, huera palabrería tan de picaresca como señorita doctrina; dorsales exhalaciones de parásitos bajo la epidermis de un Estado desbocado en ancas de la corrupción.

(Ha de tenerse presente el sentido originario del vocablo “emblema” en la Grecia clásica, que procediendo de em-ballo, generalmente, significa una figura simbólica “incrustada-en”, por ejemplo, un vaso; lo que introtraído al orbe político español denuncia la perversión de impedir ver con claridad —muy especialmente a quienes no viven de su pantomima— uno de los ingredientes dramáticos de la gota que colma el vaso: la trágica dimensión de su posible y peligroso desbordamiento. El otro ingrediente, el cómico, grotescamente entre la ceja que no ceja y el "Club de la Comedia", se resolverá a la postre, luego de tantos chistes y risas, como un esperpento fatal. Tales emblemas son, en fin, parches incrustados sobre la transparencia del cristal de la vida pública, y cumplen la clásica función de velo tras el que se oculta la verdad.)

Unas y otras, expresiones menesterosas de paradoxal pulimento; picarescos emblemas de Lázaros de Tormes y Estebanillos González, mas también hoy, por cuota igualitaria, de ciertas pícaras Justinas. Helas ahí, archisobadas, algunas de ellas, extraídas del repertorio patrio de las estolideces:
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31 de mayo de 2009

Ante el Ministerio de la Muerte (II)

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-Por Roberto Malestar

(Véase «Ante el Ministerio de la Muerte (I)»)

Vengo definiendo el picaresco y esperpéntico Ministerio de “Igualdad” como un Ministerio que, en rigor, más lo es de la Muerte, la cual, por otra parte, constituye la Gran Igualadora: de pobres y ricos, de competentes e imbéciles, de víctimas y criminales, de Bibianas y Bibianos, de peperos y psoejonsianos, de gnósticos y agnósticos, de creyentes teos y ateos creyentes.

Pero también, y aunque en distinto giro no sin mayor firmeza, como «una institución estatal al servicio del crimen “democráticamente justificado”» quedó definido el prohijado Ministerio (del latín ministerium: servicio).

¿Servicio? Servicio de exequias regulador de recogidas asépticas de cadáveres de “los justos e inocentes”, tal como, con máximo cariño y respeto, se les nombraba antaño. Se trata de un nuevo “regulador” del mercado: del mercado de los traficantes de sangres inocentes, de los herodes y herodas de ese ombligo propio e insaciable que, sin vergüenza ni pudor, llaman “progresismo”; del hético mercado de los votos indiscriminados: el mercado de los traidores al juramento hipocrático y la exuberante indecencia profesional para quienes el sagrado ejercicio de la medicina representa y vale lo que el Nuevo Mundo representó y valió a la facinerosa marinería de Colón: ¡plata, plata, plata…, y plata nada más! Que «el verdadero amor se ahogó en la sopa; la panza es reina y el dinero Dios», según Discépolo.

Ese crimen sobre las personas más indefensas, sobre las personas aún nonatas, disminuidas y tasadas al nivel de la bellota y los alcornoques por el disparate de alguno de los “intelectuales” que vienen practicando, desde hace ya un buen puñado de quinquenios, la Ética con H aspirada; la Hética que se pronuncia “Jética”: la Hética como sórdida moral de los esfínteres.
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25 de marzo de 2009

Ante el Ministerio de la Muerte (I)

-

-Por Roberto Malestar

Creado, impuesto y fomentado por esa rara avis —entrevero insufrible de Carlos II el Hechizado y Fernando VII el Felón— que gobierna desde La Moncloa contra su propio pueblo, el Ministerio denominado de “Igualdad” constituye una gravísima y reaccionaria ofensa hacia media España.

Esto por lo pronto y cuando menos: no hay peor reaccionario que aquél que, pusilánime y criminalmente, atenta —reacciona, pues— contra el derecho natural que toda persona tiene a su propia plenitud desde el instante originario en que fue concebida.

Una ofensa que sumada a otras muchas sólo sirve para ahondar, todavía más, el difícilmente salvable socavón divisorio entre unos y otros españoles, donde, por personalísimo interés del irresponsable profundo que nos gobierna, se acumulan y crecen las aguas fétidas de nuestros paños más sucios.

Cierto es que, más tarde o más temprano, este irrepetible y, por lo mismo, inolvidable creador de acantilados sociales y proletarizador in crescendo de las clases medias (repugnante invento franquista que tanto le disgusta), Él, el hechizado Zapatero, se irá, pero no por voluntad propia, sino porque, ya con el agua al cuello, los masoquistas que aún le soportan y sostienen acabarán retirándole el gobernalle de la nación, sopena de encallarla definitivamente, sin remedio, en las playas del caos y la humanísima anarquía —que poco a poco, paulatinamente, asciende entre los ortos de los días.

El más que equívoco, perverso y siniestro Ministerio de “Igualdad” constituye, en rigor, un nido institucionalizado de desigualdades vergonzantes. No es que haya llegado a esto después de transcurrido un año de su infausta e indolente creación, sino que, desde ésta, tal fue ya, justa e instrumentalmente, su inconfesable misión programática: desde las alturas gubernamentales, desplomar cargas de profundidad contra el más mínimo atisbo existencial de oposición, especialmente cuanto más incursa ésta en una navegación de singladuras favorables.

También, liberar señuelos; siempre a tenor de las desviaciones sociales reveladas tanto por los demoscópicos radares de la Moncloa como por los paramonclovitas pulsómetros de las radio-cadenas del nuevo Movimiento.
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23 de marzo de 2009

Don Emilio está triste... ¿Qué tendrá don Emilio?

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-Por Roberto Malestar

¡Miradlo!: abatido por la melancolía, y melancólico por tan vano esfuerzo ante un horizonte ausente de Poder. Como reseca estantigua, remolcado por su propia sombra y, sin posible lifting existencial, profundamente triste deambula don Emilio: Pérez Touriño. Maldito mes, obcecadamente encontrado con sus heterodoxas nupcias políticas.

Dinos, Rubén, grandioso del Ocaso y el Destino, ¿qué padece él, don Emilio? Con sonatina DE ÚLTIMA HORA, pitonisamente, escupe el vate en teletipo:
Don Emilio está triste… ¿Qué tendrá don Emilio?
Su “Galiza” se esfuma en un mal de delirio,
que le aja la risa , que le abrevia el color.
Don Emilio está ausente por sus sillas de oro,
está mudo aquel iPod de su Audi sonoro,
y en su ocaso, Pepiño, le retira el amor. 
Ya no quiere la Xunta, ni el requiebro del BLOQUE,
ni el abrazo encantado, ni el bufón del estoque,
ni encomios unánimes en bancada de azur.
Y a los siete nenúfares de la Villa PSOE,
de futuros inciertos, el dolor les corroe,
mientras Don se broncea en las playas del Sur. 
¿Piensa, acaso, en sus mixturas de heteróclita cocina,
o en la desdicha política de su jornada argentina,
que de sus ojos borraron la delicia y la luz?
¿O en la honradez de cien años de capullos flagrantes,
o en aquel suplicante de votos tan solo días antes:
el Gran ZP Mesetario, amo y señor de su testuz? 
—«Calla, calla, Touriño», dice el Anxo madrina
Quintana, «que, a por los boinas, hacia acá se encamina
quien desprecia los yates y aún repudia el “Azor”:
el porvenir caballero que te “beirea” sin verte,
¡Xosé Manuel Beiras!, vencedor de Malasuerte,
que resucitará tu ánimo con su inmarcesible fervor.»
Pronto se cansarían sus coterráneos, conservadores desde el Séptimo Día, de tanta promiscuidad, de tanto indecente amorío con el ATS Quintana (“o pinchacús”), el príncipe de los “xoubas”: juramentados prolusos cuya máxima aportación de modernidad a Galicia viene consisitiendo en un empeño valetudinario por rebautizarla como “Galiza”, contra todo uso y costumbre de los propios dueños de su tierra, lo mismo que, anticientíficamente, contra el acervo documental de los vestigia filológicos. (“Gallaecia” y “Gallicia” son, en efecto, las formas latinas documentadas, siendo en cambio “Galiza” «una forma del gallego antiguo que conserva el portugués moderno», tal como ha consignado, con meridiana claridad, el filólogo Benigno Fernández Salgado.)
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10 de marzo de 2009

Dos anxos e dos mortos: en la muerte de Anxo Rei Ballesteros

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-Por Roberto Malestar

Eterno e inseparable Ángel:
A cuantos Dios —que en divina jornada creó las rías gallegas con sus propios dedos— privó de la voluptuosidad de la lengua das bruxas e os devanceiros no tienen por qué saber que justamente eso: Ángel, en la lengua de Alonso Quijano, es lo que tu nombre, Anxo, significa en la de Rosalía.

Hace apenas unas horas, el vino se me volvió sangre. La invitación prometía ser grata, pero me enteré que te fuiste el pasado octubre, como en un tango amargo, para nunca más volver.

Sé, con todo, que conociéndome, cuando volvamos a vernos, no me lo reprocharás. Los que desfilamos a contrapié del globo terráqueo y como a remolque de la horas siempre nos enteramos a destiempo, no sólo del oro de los BOES y los DOGAS, sino, mucho peor, de los adioses irrevocables.

Me hubiese gustado, inesquecible amigo, saber de ésta tu última pelea, para apadrinarte en tu duelo postrero o, cuando menos, ser testigo de tu resuelta dialéctica legionaria ante el esqueleto fatal: —«Por menos se han batido dos hombre en duelo», solías decir, cuando la resaca de la vida arrastraba hasta nuestras entonces jóvenes costas maderos náufragos de alguna injusticia. Mas tu último duelo no pudo ser limpio.

En vez de fajarse contigo, el cobarde esqueleto te acuchilló por la espalda. No tuvo lo que debería haber tenido: el suficiente valor para enfrontar los ojos de un Caballero Legionario. Esos ojos de inquebrantable carballo galaico, que sin embargo, ahora, la memoria de César Antonio Molina viene a pintarte de azul, desorientado, acaso, por un circunstancial alzheimer cortesano.

¿Recuerdas, cuando más jóvenes? Disfrutábamos —¡yo más que tú!— de aquellas historias en gleba de minaretes y almuecines, inverosímiles para quien no te conociese, donde fuiste el protagonista de tu primera Legión; no la otra: la de la lucidez intelectual, en la que ya desfilarías para siempre con el verbo inexhausto que no te cabía en el pecho. Eran tiempos sin prisas ante un horizonte ilimitado.
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8 de marzo de 2009

Costumbres (terrorismo y pederastia)

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-Por Roberto Malestar

Más allá de los estrados, el debate social sobre las costumbres atentatorias —tanto más cuanto más socialmente antipersonales— debe tener su forzoso lugar fuera de los límites del específico ámbito de la Justicia; muy especialmente cuando la reflexión afecta a las propias actuaciones judiciales y al propio cuerpo legislativo que las sustenta.

A ese debate pertenecen, precisamente, interrogaciones del siguiente tenor: ¿es buena o mala costumbre la del terrorista, que elige asesinar para satisfacer determinados fines políticos? Como también: ¿es buena o mala costumbre la del pederasta, que elige atentar contra la infancia para satisfacción de sus inconfesables fines sexuales? El aspecto cualitativo manifiesto en ambas cuestiones resulta evidente y nos obliga a reflexionar sobre la calidad social de determinadas costumbres, en este caso, consistentes en la comisión de la pederastia y el crimen. A reflexionar, por ejemplo, sobre los peligros derivados de confundir la razón con los fines; peligros cuya máxima efervescencia tiene lugar cuando, patológicamente, los fines se religan al crimen fundado en posiciones ideo-ilógicas.

Es que, en un ámbito de efectiva y recíproca libertad personal, a los fines políticos no sirven cualesquiera medios, tales como la amenaza, la extorsión, el secuestro o el asesinato. Medios, todos ellos, que coadyuvan, de manera contradictoria, a la más irracional eliminación, progresiva o irrevocable, de la razón misma.

Pero junto a tales preguntas, que interrogan sobre la bondad o maldad de aquellas costumbres, surgen a la vez otras cuyo primordial ingrediente es de carácter cuantitativo. Son preguntas lanzadas sobre nosotros como con dardo paralizador: “¿qué hacer con cien mil ciudadanos legalmente declarados terroristas, cómplices o secuaces de estos? ¿Encarcelarlos a todos?”
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5 de marzo de 2009

El primer debate de la TVGA “en funciones”

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-Por Roberto Malestar

Todos lo sabemos, ¿verdad?: que los lunes siguen a los domingos y que las semanas comienzan con los lunes. Pues, según parece, para los gallegos no siempre sucede así, y ello, quizá, porque cuando los tópicos, generalmente válidos en otros territorios de la nación, suben las escaleras previstas por los politólogos y demás arúspices de nuesta época, en Galicia , inequívocamente descienden; y por supuesto, viceversa. Es que, plagada de corredoiras, el alma gallega desfila siempre al revés. Un alma imprevisible sobre la que ni el mismísimo Spengler daría una en el clavo.

A muchos gallegos, el lunes les llegó el martes; es decir: para ellos, el pasado lunes, rigurosamente hablando, nunca llegó. Por ello, y nótese bien lo que digo, estuve a punto de titular estas líneas: «El lunes que políticamente jamás existió.»

Confirmados los resultados del “1-M” —el domingo que, en lo político, nunca llegó a ser lunes—, a la TVGA (televisión de Galicia; conocida, también, por TVGaita) sólo le faltó despedirse con un discurso melancólico del cesado badulaque Antón Losada (el de la SER, «59 segundos», «El programa de Ana Rosa», la TVGA y otros suculentos “foros de debate intelectual”; el descendiente de los suevos que, con los… suyos propios, para desorientar al personal, en el cuadro de retribuciones de la Vicepresidencia del BNG, hizo constar su nombre en ESPANHOL, como Antonio Losada Trabada, cuando aún no hace tanto, siendo la mano “derecha” de Anxo Quintana, se embaulaba diez millones de pesetas anuales por sus servicios a la “GALIZA” del BNG; además, claro, de las colectas practicadas por el exseminarista en los citados y pingües foros, sin olvidar su puesto de profesor titular en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago, al que, sin duda, tanto tiempo de investigación y estudio le dedica en «El programa de Ana Rosa»).

Despedirse, digo, con un discurso, seguido de carta de ajuste y cierre de emisión, de aquellos del régimen en el que Juan Luis Cebrián mamó sus máximas destrezas.
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3 de marzo de 2009

¿Jenízaros en la España del siglo XXI? (Para "la memoria histórica").

-

-Por Roberto Malestar

(Véase: «Respondiendo a cinco párrafos en torno a mis jenízaros»

EN TORNO A LA HISTORIA DICTADA POR DECRETO

Si todos sabemos que errar es de humanos —lo mismo que de sabios reconocerlo— no es menos cierto que este saber, por lo general, resulta cosa sabida y como de establecida tópica: en efecto, “algo que se sabe”, parejamente a como podemos saber, por ejemplo, que la fábrica de féretros más productiva del Estado es la carretera. Este como saber sobre un determinado peligro cuasimortal, o efectivamente mortal, resulta, así, un saber indeterminado, de vagas calidades morales e incapaz, por ello, del menor fruto pedagógico.

En cierto modo, se trata de un paradoxal saber ignorante; no de un saber socrático —sabedor, en cambio, de lo mucho que ignora—, o protocientífico —insatisfecho de cuanto sabe—, sino de un saber sumido en la inconsciencia; un saber en el que lo que se sabe, acaso por sabido demasiadas veces, no se sabe bien, se sabe deficientemente o, en rigor, apenas logra saberse.

Cuando erramos ignoramos, y alguien dijo que en el error no es posible vivir. Pero también se ha dicho, con antelación en el tiempo y sólo aparente contradicción, que, por otra parte, sin él —sin el erróneo conjunto de los falsos juicios— tampoco la vida resulta vividera, pues que la necesidad del error, constitutiva de la necesidad misma de superar lo actual, inexorablemente se impone, sobre todo, en los ámbitos del apriori científico. Convendría por ello una máxima vigilia, una mayor consciencia sobre el error conocido, precisamente para, aún sin conocerlo del todo, conocerlo mejor, evitando de esta suerte su definitivo confinamiento en el reino de las realidades muertas. Se entiende de intentarlo: por el olvido del error comienza su fatal resurrección.

No se puede vivir en el error, en efecto, pero, tampoco, se puede prescindir de él; sobre todo, cuando emergiendo del recíproco pasado se encara a nosotros con la magnitud colectiva de la Guerra Civil Española: un error necesario —como todo lo irrevocablemente acontecido—, cuyo espesor fáctico sobrepasa con mucho los límites del consabido y convencional trienio.
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