Casta parasitaria • Castaparasitaria: 09/01/2009 - 10/01/2009

RAJOY COMPROMETE SU PRIMERA ENTREVISTA COMO PRESIDENTE
CON LA PERIODISTA MAGDALENA DEL AMO:
“ Cuando sea Presidente de Gobierno tendrá usted la primera entrevista como Presidente del Gobierno. ”
(16 de junio de 2005. Véase minuto 16:20 y ss. de la entrevista).

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24 de septiembre de 2009

Las malas lenguas de España

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-Por Roberto Malestar

Por esta bendita y sufrida esquina ibérica, Galicia, “alporizado” (para que se entienda: encrespado, en la lengua de la clásica picaresca), “levado do demo” (en manos del diablo) te anda algún pícaro galaico de godo y charnego apellido: José Luis Gómez. Charnego que lo fue en efecto, durante años, en la misma y sufrida Cataluña de la que tan a menudo se sirve utilitariamente, en una especie de como tauromáquica suerte, para rejonear a los “espanholistas” infieles a la “Galiza” de sus amigos (pese a escribir que «en Galicia, al gallego se le llama portugués, especialmente por parte de quienes han rebautizado Galicia con el espurio lusismo “Galiza”»; apreciación con la que no puedo estar más de acuerdo). La “Galiza” de los “xurxos”, que como mucho, ¡como mucho!, representa al diez por ciento del pueblo gallego.

—Pero oiga, ¿es que el diez por ciento de un pueblo no es importante?

Con la excepción de su íntima demagogia, la pregunta, así planteada, dice muy poco —menos, si cabe, intelectualmente— de quienes la cursen en tales términos: es una interrogación sin sentido; tan sin sentido como una dirección terrestre carente de él. Una interrogación indeterminada, ausente de la más mínima especificación, cuando, en rigor, la especificación constituye el contenido efectivo de toda posición real —incluso de las posiciones imaginarias, que, por su in-sistencia, también son reales, a veces más que las que gozan de pública ex-istencia—, de manera que, ontológicamente, toda posición indeterminada, privada de especificación, constituye un vacío infundamentado sin otro cimiento que el del vacío mismo, en tanto que, en el orden propiamente político, un socavón de lacerantes lanzas para quienes, hundiéndose en él, no se resistan a husmearlo.

¿Qué sentido tiene eso del “diez por ciento de un pueblo”? ¿El diez por ciento para qué: para las virtudes o para las sandeces? Desde el punto de vista de las pasiones y la demagogia, más lo tendría desde luego si, en lugar del diez por ciento, se nos preguntase por el noventa restante. Lo cual, por cierto, no significa que la parte mayor esté más cualificada racionalmente. “A moneditas” quizá se venda la política, al kilo y hasta por toneladas —cuantitativamente—, mas no la razón, cuya cualitativa plaza no es precisamente la de abastos, ni, mucho menos, la de las subastas políticas, sino, en rigurosísimo y stricto sensu, “la del ágora”: el medio propicio para lo que, en plena dictadura de Primo de Rivera, Ortega explanaba como “curiosidad de intelección” y “afán de salvación”; la plazuela, si se quiere, de las verdades incipientes (paradójicamente, Ortega, para poner a caer de un burro al héroe máximo de las plazuelas: Sócrates).
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23 de septiembre de 2009

Homilía funeral sobre el socialismo español

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-Por Roberto Malestar

(Cfr. «Sobre los dos PSOEs y la «Carta ética de la Internacional Socialista» (I)»)

Queridísimos hermanos, camaradas amantísimos, deudos todos del próximo difunto: jornada aciaga donde las haya, hic et nunc, nos encontramos hoy ante el cuerpo insepulto, trémulamente palpitante todavía, del socialismo español.

Qué decir, qué deciros a vosotros: Marías Antonias, Enrics y Margaritas, Pepes Bonos, Pepes Blancos, Peces-Barbas, fraternales Gabilondos, Chaconas y Pajines, camarados y camaradas; Bibianos todos de la high life parasitaria; heteróclita e incongruente carcoma del legado de nuestro santo laico —“ora pro nobis”— don Pablo Iglesias: cristianosocialistas, opusocialistas, republicanomonárquicos siempre del sol que más calienta (con Franco y sin él).

Os agradezco de veras que hayáis pensado en mi alocución al convocarme en tan infausta circunstancia. Mas para qué, ¿para qué me convocáis ahora, en la hora declinante de las postrimerías? ¿Qué deseáis, en rigor, escuchar de mí? ¿Acaso el como eco de vuestras patéticas consignas y reiteradas oquedades verbales? He de deciros, de ser así, que vuestra parroquia ha errado con el oficiante elegido.

Si todo moribundo merece el máximo respeto, no seré yo quien prive del suyo a este socialismo de casi cuerpo presente. Porque es un hecho cierto que el socialismo español, cuya originaria autenticidad ha venido siendo histórica y progresivamente expropiada por un hatajo de estafadores de la vida pública causantes de gravísimos perjuicios patrimoniales a su propio pueblo mediante engaño y con ánimo de lucro, precisamente por ello, se bate hoy consigo mismo, a horcajadas de la vida y la muerte, postrado en la ultimidad de sus estertores. Tal que un sucedáneo del chocolate, un socialismo declinado en “socialdemocracia” —como no podía ser menos cuando, inexorable, la Historia misma le vapuleó las narices con su clase media— y que viviendo, entre otros cuentos, del cuento de un inexistente pasado ético precisa hoy de la bufonada extemporánea de pañuelos rojos e “Internacionales” —cánticos de beata rancia para enmascarar su obsceno, tantas veces endogámico, insultante y ya indisimulable señoritismo.

Hay muertos que mueren de pura ofensa. Y según la doctrina esparcida por Madame Necker en las jornadas precursoras de la Revolución Francesa, las palabras ofenden más que las acciones, el tono más que las palabras y el aire más que el tono, como lúcidamente recordaba el noventayochista Grandmontagne, en su sugestivo ensayo sobre «El cariño y el amor». Pues que precisamente de ello, y al margen de su exacerbado cariño por lo crematístico, de amor —auténtico amor social y por la patria, es decir, por los compatriotas que integran su cuerpo social— es de lo que, agónico, adolece nuestro socialismo; hoy, tan ex-obrero como español a beneficio de inventario: “socialismo” pura, dura y sangrantemente financiero: paradoxa paradoxorum, socialismo capitalista; “socialismo” donde no cabe otro progreso que el de los horteras nuevos ricos. ¡He ahí, amadísimos cofrades, bajo la pública periferia de los capullos, las espinas de la rosa!
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