Casta parasitaria • Castaparasitaria: 04/01/2010 - 05/01/2010

RAJOY COMPROMETE SU PRIMERA ENTREVISTA COMO PRESIDENTE
CON LA PERIODISTA MAGDALENA DEL AMO:
“ Cuando sea Presidente de Gobierno tendrá usted la primera entrevista como Presidente del Gobierno. ”
(16 de junio de 2005. Véase minuto 16:20 y ss. de la entrevista).

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25 de abril de 2010

El pacto de los corruptos, según Fernando Jáuregui (III)

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-Por Roberto Malestar

(Cfr. «El pacto de los corruptos, según Fernando Jáuregui (II)»)

Nada obsta, sin embargo, para que el periodista “se alegre” por dicho aparente acercamiento entre socialistas sin comillas y “populares” entrecomillados. Esta voluptuosidad en torno a los acercamientos —proximidades, rozamientos, tocamientos y demás sobas de la erótica hispánica aneja a la “cosa pública”— cae, no obstante, fuera de la presente órbita crítica, aunque no así la alegría que la sustenta. ¡Qué alegría! ¡Menuda alegría la gozosa alegría del pozo! No la del esperanzado pozo del Tío Raimundo, sino la del aciago y corrompido Pozo del Tío Fernando. En efecto, apenas el señor Jáuregui nos había puesto la alegre miel de los acercamientos en los labios, por la que incluso conseguimos lengüetear entre ellos como sensuales Al Pacinos, nos la retira y sustituye, sin previo aviso, por la totalitaria hiel de la corrupción; por el cruel statu quo de una sistemática desesperanza —sistemática o “estructural”, que así llaman hoy a lo efectivamente sistemático los holísticos ignorantes de la coexistencia elemental: «A la fuerza ahorcan, claro está: es tal el desprestigio que la clase política está acumulando que algo, al menos, tiene que cambiar, piensan ellos, para que todo siga sustancialmente [corrompidamente] igual.»

¿Es horca o no es horca? En qué quedamos. O como de ordinario —con ordinarios modos y maneras— interroga cierto epiceno engendro sexual, oxidadamente anclado en el cinematógrafo franquista de Berlanga: el Anticristo del periodismo español: pero vamos a ver, ¿es puta o no es puta? ¿Es horca o es alegría? ¿Alegría de la horca, quizá? ¿O postrera sublevación de la voluptuosidad en la libido del ahorcado? Ante lo cual, he aquí que la más humana de las preguntas se impone; hic Rhodus, hic salta: ¿pero por qué, a santo de qué Viernes Santo este sadismo desesperanzador en víspera del no menos santo Pacto (de Resurrección) de los verdes brotes de los brotes verdes?

Sobre todo, ¿por qué, apenas trompeteada la alegría del arcángel, patibulariamente, el Sr. Jáuregui nos trae la horca de la contradicción, como un oxímoron fogoneado desde el averno sulfúreo y efervescente de su radical desorientación? «A la fuerza ahorcan, claro está.» Claro. Ahora ya sólo falta dilucidar si esa horca corresponde a “nuestros” políticos o, más bien, se trata de la nuestra propia: la horca del votante ahorcado, a quien, cuatrienio tras cuatrienio, se le desploma la cara de imbécil, su cara de colgado basculante entre el Pinto y Valdemoro de la corrupción nacional, que nada tiene que ver con el bonosocialismo, y sí mucho, en cambio, con la más profunda y dramática depauperación de la vida pública y privada de los españoles, con la declinación actual de sus usos y sus costumbres.
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17 de abril de 2010

El pacto de los corruptos, según Fernando Jáuregui (II)

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-Por Roberto Malestar

(Cfr. «El pacto de los corruptos, según Fernando Jáuregui (I)»)

Quedamos, pues, en que una cosa es el Estado, estructuralmente entendido con el conjunto de sus resortes, y otra, muy diferente, el grupo humano que se ha hecho con el gobernalle de los mismos; dicho ello aún cuando la legitimidad del “hacerse con” no constituya el tema de la presente reflexión. Pero si esa legitimidad no se discute aquí, lo cierto es que el gobierno —de las personas que integran dicho grupo humano— no tiene por qué pactar, ni por lo demás viene obligado a ello, siendo, como con efecto es, que le fue otorgado el poder público del Estado. No sólo es, entonces, que el Estado, en cuanto medio, no pueda pactar, sino que, además, su gobierno no debe sucumbir al fin de hacerlo.

Pactarán en todo caso, si así lo desean, los llamados “agentes sociales”, de los que no forman parte los gobiernos y, por lo mismo, tampoco procede confundir con ellos, aun cuando a los gobiernos corresponda el deber sociopolítico de prestarles atención, lo que nada tiene que ver con la preelectoralista, ridícula y extemporánea demagogia de “los buenos talantes”, generalmente, a horcajadas siempre del caballo de Pavía y la progresista jaca del Talantazo. Sin embargo, los acuerdos de los “agentes sociales” en nada obligan al Estado —a su Gobierno, se entiende. Después, que tal o cual Gobierno convenga en obligarse a aquello para lo que no existe precepto de obligación es ya harina de otro costal: el de las miserias e incompetencias de quienes, con el sextante de la gobernación en la mano, no saben, no pueden, ni quieren hacer otra cosa que prácticas de deformación profesional con sus bordoneantes sindicatos de bon vivants y vagos verticalizados.

Mas, quizá, lo que Fernando Jáuregui quiso decirnos, sin acertar a decirlo, es que, él, se considera firme partidario de un pacto anticorrupción a nivel de Estado. Un pacto incorrupto e incorruptible como el brazo de la Santa, y no como el que coadyuvó al suscrito en el Tinell por las huestes más atapuerquenses del “progresismo” —comunistas, socialistas, neorrepublicanos, independentistas, meapilas nacionalistas e internacionalistas, entre otras carcomas de nuestra nación y su Estado—, en razón del cual fueron expulsados de la gleba de “lo políticamente correcto” unos cuantos más millones de compatriotas que judíos en tiempos de los Reyes Católicos.
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12 de abril de 2010

El pacto de los corruptos, según Fernando Jáuregui (I)

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-Por Roberto Malestar

Era viernes de pasión: Viernes Santo, de toda la vida en España; aunque a Nacho Chupatetas, Nacho requeteamamantado en el laico turno de la nueva y corrupta Restauración, le disguste que la heroica y gloriosa legión española marque el paso de Semana Santa bajo un Cristo yacente. También, que los cargos públicos, cuyos salarios —según advierte— él sufraga, desfilen en procesional comparsa, y sobre todo, que la legión española, “con su tradición golpista”, se implique en estos desfiles de cristianos. Ello, aunque la legión española no sea ni más ni menos golpista que el autodenominado Partido Socialista “Obrero” “Español”: el PSOE de las JONS (Juntas de Ofensiva Neocon Socialistas, por si acaso: los titiriteros de la ceja —que no los miserables descejados de la cabra—, los tedibautistas del Ministerio Tarifario de la SGAE, los del pingüe asociacionismo guerracivilista, las cerolas en flor de sazón, los medios del presente Régimen con dirigentes del otro, siempre cara al sol que más calienta, etc.), a favor de quien Nacho el Progre, hoy cursor de procesiones, hace campaña día tras día, de manera sistemática y denodada, procurando siempre, al mismo tiempo, meterles, al PP y a la Iglesia, el resuello en el cuerpo. Ni por ideología ni por amor social, qué va; antes bien, por la grasilla del jamón, y porque, como dice José Martínez Soler –incondicional de Nacho y su papá—, “se nos ve el plumero”. Desde luego: «El verdadero amor se ahogó en la sopa. La panza es reina y el dinero Dios.»

Era viernes de pasión, efectivamente, cuando el nazareno virtual de sí mismo Fernando Jáuregui hizo desfilar ante nosotros la dramática procesión de sus tragicómicos pasos; una imaginería de flagelos inconfesables y reparadores ungüentos ante la crónica podredumbre política de España. Su confusa y contradictoria procesión mental, la procesión del Santo Pacto: Un pacto que es un parto (de los montes), es decir, el propio parto del articulista, antepuesto al “de los montes”. Por no decir, también, su personalísima parida.
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