Casta parasitaria • Castaparasitaria: 10 mar 2009

RAJOY COMPROMETE SU PRIMERA ENTREVISTA COMO PRESIDENTE
CON LA PERIODISTA MAGDALENA DEL AMO:
“ Cuando sea Presidente de Gobierno tendrá usted la primera entrevista como Presidente del Gobierno. ”
(16 de junio de 2005. Véase minuto 16:20 y ss. de la entrevista).

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10 de marzo de 2009

Dos anxos e dos mortos: en la muerte de Anxo Rei Ballesteros

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-Por Roberto Malestar

Eterno e inseparable Ángel:
A cuantos Dios —que en divina jornada creó las rías gallegas con sus propios dedos— privó de la voluptuosidad de la lengua das bruxas e os devanceiros no tienen por qué saber que justamente eso: Ángel, en la lengua de Alonso Quijano, es lo que tu nombre, Anxo, significa en la de Rosalía.

Hace apenas unas horas, el vino se me volvió sangre. La invitación prometía ser grata, pero me enteré que te fuiste el pasado octubre, como en un tango amargo, para nunca más volver.

Sé, con todo, que conociéndome, cuando volvamos a vernos, no me lo reprocharás. Los que desfilamos a contrapié del globo terráqueo y como a remolque de la horas siempre nos enteramos a destiempo, no sólo del oro de los BOES y los DOGAS, sino, mucho peor, de los adioses irrevocables.

Me hubiese gustado, inesquecible amigo, saber de ésta tu última pelea, para apadrinarte en tu duelo postrero o, cuando menos, ser testigo de tu resuelta dialéctica legionaria ante el esqueleto fatal: —«Por menos se han batido dos hombre en duelo», solías decir, cuando la resaca de la vida arrastraba hasta nuestras entonces jóvenes costas maderos náufragos de alguna injusticia. Mas tu último duelo no pudo ser limpio.

En vez de fajarse contigo, el cobarde esqueleto te acuchilló por la espalda. No tuvo lo que debería haber tenido: el suficiente valor para enfrontar los ojos de un Caballero Legionario. Esos ojos de inquebrantable carballo galaico, que sin embargo, ahora, la memoria de César Antonio Molina viene a pintarte de azul, desorientado, acaso, por un circunstancial alzheimer cortesano.

¿Recuerdas, cuando más jóvenes? Disfrutábamos —¡yo más que tú!— de aquellas historias en gleba de minaretes y almuecines, inverosímiles para quien no te conociese, donde fuiste el protagonista de tu primera Legión; no la otra: la de la lucidez intelectual, en la que ya desfilarías para siempre con el verbo inexhausto que no te cabía en el pecho. Eran tiempos sin prisas ante un horizonte ilimitado.
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